Dejad que os cuente un secreto de alcoba (bueno, más o
menos, mejor decir que de despacho). Algunos sabréis que mi único hermano tiene
el título de entrenador de fútbol sala. Durante mucho tiempo, sus fines de
semana consistían en irse a ver todos los partidos que pudiera, hacer alineaciones
y gritar a equipos de chavales rectificándoles tácticas y, luego, si había
tiempo, ya veía a la novia y eso.
Quique García, Antonio Carrasco, David Torres y Pedro Ortega, en la presentación del entrenador para la temporada
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Por otro lado, vivo en una ciudad en la que apenas existe
deporte de competición nacional, algo residual y anecdótico, ni los políticos han
sabido nunca mover la baraja para darnos instalaciones dignas, ni hemos sabido
gestionar el capital humano y de ilusión que brotaba e inevitablemente se
apagaba a continuación con cada generación de aspirantes a deportistas.
Pero sí es cierto que hubo un equipo de Fútbol Sala que nos
hizo creer, por un momento, un poco importantes: el Jaén FS. Este equipo hasta
ganó una copa de Europa en tiempos de cisma en el deporte y pasó varias
temporadas en primera.
Las trayectorias del pequeño de los Torres y del club insignia
del deporte bajo techo de esta tierra, se cruzaron cuando el barco se hundía,
glu, glu, en el fondo de la tercera división (como se llame en realidad, que no
lo sé), y parecía que los frenos no iban a dar de sí para evitar estamparse
contra el muro de la desaparición.
David Torres, en el banquillo dirigiendo al Jaén FS.
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Pero él conocía a muchos de aquellos chavales curtidos en
los campos callejeros y no se cómo, dio el volantazo en el último segundo y
salvó al equipo, incluso le sobró una jornada. Yo asistía a veces desde la
grada viendo con fraternal cariño cómo el chiquitín de mi casa coleccionaba
tarjetas de todos los colores por insultar al árbitro o nombrar con mal léxico
y a grito pelado a todos los santos del cielo.
Parecía increíble, pero de momento, el Jaén FS seguía vivo.
Como aquello era una ruina y todo el que se acercaba se llevaba un trozo
consigo, se produjo otro agujero, esta vez en la directiva. Y allí que mi
hermano le cede el chandal a otro y decide cambiarlo por reuniones en despachos
y el móvil sonando contándole problemas de viajes o alojamientos de jugadores.
Qué raro que sonaba leer en el periódico aquello de "el presidente del
Jaén FS David Torres...".
Torres (drch), en una Asamblea del club,.
.
Lo dejaron tirado dos patrocinadores y hasta tuvo que dar
trabajo en el negocio familiar a un ala pequeñín y habilidoso, quien por cierto
se destapó ante mí como un excelente trabajador y mejor persona. Las
discusiones entre mi padre-patrón y su hijo menor-empleado a puerta cerrada en
nuestra oficina eran antológicas, hasta los de la discoteca de al lado fueron a
quejarse al ayuntamiento de que con aquellos gritos no se oía la música.
.
Pero el equipo iba deportivamente de maravilla y se
clasificó para el play-off de ascenso. Y el patrocinador del momento echó el
cierre del grifo económico, que rectificar es cosa de cuerdos, y si te he visto
no me acuerdo. Una mierda, vamos, una posibilidad de subir y sin un duro ni
para viajar.
Las sesiones de ópera wagneriana entre mi padre y mi hermano
que ya eran continuas, siempre sonando de fondo un fútbo-fútbol-fútbol rítmico,
se recrudecieron como una guerra rusa en
invierno. Sin embargo, al final consigue que mi padre, como administrador de
nuestro pequeño negocio, afloje la pasta y suelte los miles de euros que
faltaban para que aquel proyecto de locos llegue a su fin incierto, con una
única condición, que acabara como acabara aquello, mi hermano de desligaría
para siempre de los ‘jamaes’ del fútbol sala.
David Torres (izq), en una entrega de canés al concejal de deportes Antonio Rueda y Somavilla, con Pedro Ortega (derch)
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Dos hombres físicamente parecidos y genéticamente, igual de
tozudos, sellaron un pacto. Sinceramente yo aquello lo veía como una pérdida de
dinero y energía tremenda. Pero los chavales del balón, lo mejor de las canchas
de ‘La Salobreja’, se portaron, le pusieron al asunto dos pelotas gordas como
el logo de Máster Card y ganaron 4-5 un partido de encerrona de esas de manual
de tiempos de 'Maricastaña', de la de ‘aquí no salís vivos’, ‘rezad lo que sepáis’...
Al día siguiente los medios gráficos publicaban las fotos de
los jugadores abrazados y el logo de Desguace Juan Torres en mitad del pecho.
Me sentí orgulloso, inmensamente feliz por ese hermano al que tanto tuve que servir
de colchón ante la ira paterna. Cumplió su parte del trato y se olvidó para
siempre del fútbol sala.
Acabo de leer en
prensa y escuchar en radio, la noticia del ascenso del Jaén FS a Primera División. Si muchos se van a pasear por la cubierta del barco, fue
porque alguien se partió el alma (junto con más gente) achicando agua a pleno
pulmón en los tiempos difíciles. Ojalá que todos disfrutemos y seguro que las
cosas van bien a poco de que los dirigentes le pongan la cuarta parte de la
ilusión del chaval de las paletas partidas y las manchas de grasa en la camiseta.
Juan Francisco Torres.